jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Por qué el pañal de mi bebé no huele tan mal como el del tuyo?

¿Por qué el pañal de mi bebé no huele tan mal como el del tuyo?:

Es amor de padres desde hace eones acercar la nariz al pompis de un bebé para descubrir que le toca cambiarse el pañal. De hecho, muchas veces es necesaria esta acción para descubrir en un grupo de niños quién es el culpable del olor. Pero cuando una madre compara y contrasta el mal olor de los pañales de su bebé con el de los de algún otro bebé, la pregunta surge de disgusto: ¿Por qué su olor me resulta más desagradable que el de mi hijo?
Realmente ocurre así, por un mecanismo de adaptación que permite al ser humano modular su comportamiento, como concluyeron los investigadores Richard Stevenson y Trevor Case, de la Universidad Macquarie en Sydney, y Betty Repacholi, de la Universidad de Washington, en el informe llamado “Mi bebé no huele tan mal como el tuyo- La plasticidad de asco” que apareció una edición de 2006 de la revista Evolution and Human Behavior.
Estos investigadores presentaron su trabajo como una continuación a un anterior investigación maloliente sobre las preferencias interpersonales para el olor axilar, que revelaron lo que todos sabíamos: que tenemos una preferencia por nuestros olores corporales propios y los de los parientes más cercanos. Pero había que comprobarlo con olores extracorpóreos, aunque también provengan de la carne de nuestra carne.
Así que el combo de investigadores idearon una prueba que a buen seguro superaba en asco a la de cualquier cata de axilas. Para su experimento, diseñaron un procedimiento simple: las madres de los bebés se sometieron a una extrañas pruebas donde olían muestras de pañales sucios, de su propio bebé y también de los otros bebés.
Los expertos evaluaron 13 madres cuyos hijos tenían entre seis y 24 meses y cada madre olía el contenido de una serie de cajones que alojaba un pañal sucio, con una abertura especial que impidiera ver en los participantes el contenido de la cubeta, permitiendo al mismo tiempo muestrear el olor.

Los investigadores insertaron algunos giros. A veces, se etiquetaba un balde, diciendo que su carga provenía de un bebé en particular. A veces esa etiqueta identificaba el bebé equivocado como suyo, lo que planteaba una dura prueba para el poder de aspiración de la madre, para discriminar su progenie de todas las demás.
La Stevenson, Case, Repacholi llegaron a la conclusión que “si los estímulos se etiquetaban correctamente, incorrectamente, o sin ninguna etiqueta, las madres siempre definían el olor de las heces de su propio bebé como menos desagradable que las de otro pañal del bebé”.
Según las conclusiones de los científicos, la repugnancia no es más que una adaptación potente del comportamiento, que confiere la ventaja de reducir el riesgo de infección por patógenos. Sin embargo, hay situaciones en las que asco de algunos inductores básicos (por ejemplo, las heces) deben ser moduladas al servicio de otros objetivos, por ejemplo, el cuidado de un pariente cercano o un ser humano recién nacido.

Fuente: Evolution & Human Behavior y Science Direct

No hay comentarios:

Publicar un comentario